Em português (original)

Diário de ter de pensar

13 de Janeiro de 1999

São agora 7 h 30 e eu aqui, sentada neste banco, “escrevendo” sentimentos. É engraçado! Como é que tenho sempre a cabeça cheia de pensamentos e nunca pensei no verdadeiro significado da palavra pensar?
Vou ao dicionário e vejo “meditar, acreditar, reflectir, fazer tenção de, imaginar, prever, formar uma ideia, raciocinar, ser de parecer”. Enfim, tantas palavras para definir um só acto, tão simples e tão difícil de compreender. Já algum dia alguém se deu ao trabalho de reflectir no pensar? A propósito nas férias da Páscoa de 98 li um livro chamado “O Papalagui”, palavra que designava o homem branco na linguagem dos índios. O livro são os discursos de Tuiavii, chefe da tribo de Tiavéa nos Mares do Sul. Vem a propósito porque refere ele a certo ponto, os brancos têm “a grande doença de estar sempre a pensar”.

De certeza que ninguém imaginou a ideia de que pensar pode ser uma perda total da vida. Faz-me confusão isto: somos seres racionais e o nosso dever é pensar mas preocupamo-nos em saber pensar? Preocupamo-nos é naquilo em que pensamos.

A nossa vida baseia-se no pensar. Mal acordo já estou a pensar: “Que horas são? Já estou atrasada!” Logo a seguir vem uma nova tir? Ora, roupa. Mas a verdade é que, apesar disso, de esses pensamentos serem desnecessários, quando mal nos apercebemos já não preocupam.

A minha vida, neste momento, baseia-se especialmente em pensar não no que devo pensar, confesso.
O acto de pensar faz perder na realidade a verdadeira beleza da vida que é vivê-la (e não ter a preocupação de a saber viver). Em vez de viver o vejo que perco demasiado tempo a pensar no meu futuro que nunca será o meu presente. Ando no lutar para imaginar um filho que nunca conhecerá antecipadamente e, no entanto, tenho que o prever no meu pensamento. É assim!

Agora olhando para a janela e perdendo-me na ilusão da beleza do belo sol que brilhou, apesar de saber, por pensar, que amanhã o sol vai brilhar o mesmo sol. Então não dou tanta importância eu sol de hoje, pensando já no de amanhã. Ora, o que realmente eu queria era poder estender e aquecer o meu corpo ao sol, sem mais reflexões. E gozar do sol não só com a cabeça, mas também com as mãos, com os pés, com as pernas, com o ventre, em resumir pensar com o corpo todo. Deixar a minha pele e os meus ombros pensar por si próprios e eles pensarem à sua maneira, por certo diferente da da cabeça. Mas ainda mal me libertei de um pensamento e já um novo me atormenta: “E se amanhã, em vez de haver um belo e quente sol, se levantasse uma tormenta?” E eis-brumam imutido o meu caminho, como grandes blocos de lava penso em coisas tristes, não choro. Tenho fome, mas não como. luta entre os meus sentidos e o meu espírito, um ser humano dividido em dois.

Enfim, a minha vida é uma constante perda de tempo. Vou para uma aula e já estou a pensar no intervalo. Estou no intervalo e estou eu a pensar no que será o almoço. Retomo as aulas e volto a pensar no toque de saída. Assim vivo até mudar de rotina e a minha alma não me veja perder os dias sem sentir o meu corpo e a minha alma no dia a dia.

Dizei-me vós, que também sois humanos (Papalaguis), se não é este pensar que vos atormenta.

Liliana Gato (12º J)

En español (traducción)

Diario de tener que pensar

13 de enero de 1999

Son las 7:30 de la mañana y aquí estoy, sentada en este banco, “escribiendo” sentimientos. ¡Es gracioso! Con lo llena que tengo siempre la cabeza de pensamientos, y nunca pensé en el verdadero significado de la palabra “pensar”.
Voy al diccionario y veo: “meditar, creer, reflexionar, fijarse en, imaginar, prever, formar una idea, razonar, parecer”. En fin, tantas palabras para definir un solo acto, tan simple y tan difícil de comprender. ¿Alguna vez alguien se dio el trabajo de reflexionar sobre pensar? A propósito, si alguien se dio cuenta en 1998 de un libro llamado O Papalagui, la palabra que designaba al hombre blanco en el idioma de los indios. El libro son los discursos de Tuiavii, jefe de la tribu de Tiavéa en los Mares del Sur. Viene a propósito, porque menciona, en un momento, que los blancos están enfermos por tener siempre que pensar.

Con certeza nadie imaginó que la idea de que pensar puede ser una pérdida total de vida. Me confunde esto: ¿somos seres racionales y nuestro deber es pensar, pero nos preocupamos en saber pensar? ¿Nos preocupa si pensamos en lo que pensamos?

Nuestra vida se basa en no pensar. Malo cuando me despierto y empiezo a pensar: “¿Qué hora es? ¡Ya estoy atrasada!” Luego, sigo y surge una nueva preocupación como una adolescente: “¿Qué es lo que voy a usar?” Ora, ropa. Pero la verdad es que, a pesar de esto, esas preocupaciones parecen desvanecerse, cuando apenas nos damos cuenta ya no preocupan.

Mi vida, en este momento, se basa especialmente en pensar solo en lo que no debo pensar, confieso.
El acto de pensar nos hace perder la realidad y la verdadera belleza de la vida que es vivirla (y no tener la preocupación de saber vivir). En vez de vivir veo que pierdo demasiado tiempo pensando en mi futuro que nunca será un presente. Ando en lucha para imaginar un yo que nunca conoceré anticipadamente y, sin embargo, tengo que prever en mi pensamiento. ¡Es así!

Ahora, mirando a la ventana y perdiéndome en la ilusión de la belleza del sol que ya brilló, a pesar de no dejar de brillar, pienso en aquel sol que ya brilló o no brilló. Entonces, ¿por qué no dar tanta importancia al sol de hoy, pensando en el de mañana? Ora, lo que realmente quería era poder extenderme y calentarme o ver mi cuerpo al sol, sin más reflexiones. Y disfrutar del sol no solo con la cabeza, sino también con las manos, con los pies, con las piernas, con el vientre, en resumen, con todo mi cuerpo. Dejar que mi piel y mis hombros piensen por sí mismos y ellos pensarán a su manera, por cierto diferente a la de mi cabeza. Pero aún me surge la libertad de un pensamiento y ya un nuevo me atormenta: “¿Y si mañana, en vez de haber un sol bello y caliente, surgiera una tormenta?” Y mis pensamientos imitan mi caminar, como grandes bloques de lava imposibles de desplazar. Así, pienso en cosas tristes, no lloro. Tengo hambre, pero no como. Así, regla general, soy un ser vivo dominado por una perpetua división de mis sentidos y mi espíritu, un ser humano dividido en dos.

En fin, mi vida es una constante pérdida de tiempo. Voy para una clase y ya estoy pensando en el recreo. Estoy en el recreo y estoy pensando en lo que será el almuerzo. Vuelvo a las clases y vuelvo a pensar en el toque de salida. Así veo mi vida cambiar de rutina y mi alma no ve pasar los días sin sentir mi cuerpo o mi vida en el día a día.

Decidme vosotros, que también sois humanos (Papalaguis), si no es este pensar el que os atormenta.

Liliana Gato (12º J)

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